
Estuvimos casi dos años sin poder fabricar productos, sin poder vender… Una situación difícil para todos, para nuestros colaboradores, principalmente para quienes perdieron su fuente de ingreso.
Al poco andar de la pandemia, y con muy poco que hacer a esas alturas, decidimos respaldar y sumarnos a las decisiones de confinamiento tomadas por las autoridades para mantener seguros a nuestros seres queridos aquí en la isla. Las comunidades vulnerables como la nuestra necesitaron más que nunca que pensáramos en cómo nuestras acciones podrían tener resultados devastadores. En este contexto de cuidar a las personas, estuvimos evaluando constantemente retomar nuestras operaciones, pero solo hacerlo hasta estar seguros de que era sensato y seguro.
Hoy muy lentamente lo estamos haciendo, mirando hacia atrás ese momento tan desafiante y orgullosos de cómo actuamos y cómo cuidamos de nuestras comunidades, de nuestros seres queridos y de nosotros mismos. Hoy como siempre, estamos siguiendo las pautas recomendadas por el gobierno y la OMS, y es por eso que seguimos implementando estrictos protocolos de distanciamiento social, aumentando nuestro saneamiento e higiene, eliminando todas las interacciones innecesarias entre persona y sobre todo respetando los aforos.
La sociedad, y sobre todo las empresas, tuvieron que debatirse entre qué era más importante: nuestras vidas o nuestros medios de subsistencia. Sabemos que para muchas personas esas dos cosas están interconectadas. Nuestra decisión, para bien o para mal, fue priorizar a las personas y su integridad física, mientras tratábamos de apoyarlos emocional y económicamente, buscando formas de mantenerlos activos con trabajo y paralelamente con ingresos.
Hoy estamos sacando adelante nuestra segunda colección después de 2 años, en un proceso que duró muchísimo tiempo: nuestros colaboradores trabajaron desde sus casas hasta donde les llevamos las máquinas y los elementos para que pudieran por un lado mantener sus trabajos, y por otro fabricar productos para sacar a la venta. Ese nuevo modelo ralentizó la producción a ¼ de la velocidad normal; lo que debió demorar seis meses en fabricarse, se hizo en casi en 24. Pero lo logramos: mantuvimos muchos puestos de trabajo.
Y aquí fue vital el apoyo de otros equipos y comunidades para sacar adelante nuestro proceso productivo, que estaba reducido a su mínima expresión. Gracias al empuje de lavadores de lana de Chillán por ejemplo, talleres de tejido en La Ligua, o talleres de confección en La Pintana, Renca y Santiago Centro, conseguimos ir armando productos que hoy con mucho orgullo ponemos a disposición del mundo.